En el V Encuentro Círculo Economía-Asociación Valenciana de Empresarios celebrado ayer en Tarragona se dio lectura al Manifiesto Tarragona 2013 «El Corredor Mediterráneo: más que una infraestructura». En este encuentro participaron: Santi Vila, conseller de Territori i Sostenibilitat de la Generalitat de Catalunya; Isabel Bonig, consellera de Infraestructuras, Territorio y Medio Ambiente de la Generalitat Valenciana; los alcaldes de Castellón y Tarragona, Alfonso Bataller y Josep Fèlix Ballesteros, respectivamente; Vicente Boluda, presidente de AVE; Josep Piqué, presidente del Círculo de Economía; y Federico Félix, presidente de la Fundación PRO-AVE.
En el marco de la estrecha colaboración que, desde hace años, vienen desarrollando el Círculo de Economía y la Asociación Valenciana de Empresarios (AVE), la mejora de la conectividad entre la Comunidad Valenciana y Catalunya constituye una de sus primeras prioridades.
Con ello, AVE y Círculo pretenden consolidar las relaciones sociales y económicas entre ambas Comunidades pero, especialmente, contribuir a conformar una zona de desarrollo económico que contribuya al progreso global de España, y a una Unión Europea más equilibrada y cohesionada.
En coherencia con este gran objetivo común, ambas Entidades llevan años apostando claramente por la necesaria, justificada, e inaplazable ejecución del Corredor Ferroviario del Mediterráneo, más allá de las comunidades catalana y valenciana.
Son múltiples las razones que justifican la conexión ferroviaria, en alta velocidad y en ancho europeo de mercancías, entre Catalunya y la Comunidad Valenciana. Nos referimos a una zona que, pese a no ser geográficamente muy extensa, concentra la mayor proporción de población, producción industrial, y exportaciones de España. A ello debemos también añadir que incorpora una actividad portuaria líder en el Mediterráneo, y un tejido denso de centros científicos y universitarios, lo que la dota de una especial capacidad para la generación de valor añadido y empleo. Además, su situación estratégica en el mapa europeo, en la relación norte-sur y euromediterráneo, y como puerta de entrada del tráfico asiático por Suez, le otorga un atractivo suplementario.
Por todo ello, pese a las dificultades por las que atraviesa la economía española y europea, y sus efectos sobre la disponibilidad de recursos para una mayor dotación de infraestructuras, el Corredor del Mediterráneo constituye la inversión más razonable en términos de rentabilidad social y económica. Es más, el desarrollo de una gran región económica mediterránea, avanzada, bien comunicada e innovadora, permitiría a España mejorar sus oportunidades, asentar las bases de su recuperación y presentar a Europa una baza que va más allá de sus fronteras.
Competitividad territorial en un mundo globalizado: las macroregiones
El Eje del Mediterráneo es más que una infraestructura. Ésta es una idea esencial. Nos encontramos ante una gran región económica de alta potencialidad y de dimensión favorable para competir en Europa y enlazarse con otras grandes unidades económicas continentales.
Hoy, por ejemplo, el Báltico y el Danubio son macroregiones europeas reconocidas con estrategias propias. En la zona sur europea, el eje del Mediterráneo podría ser la base de una reflexión estratégica semejante, asentada sobre la integración y la cohesión territorial, sin necesidad de nuevos entes o recursos económicos, se trata tan sólo de conjuntar esfuerzos, aunar objetivos e integrar políticas.
Hace ya tiempo que economistas y geógrafos señalan que uno de los rasgos más notables de la actividad económica es su dimensión espacial. Así, en el caso que nos ocupa, junto a la función de transporte de mercancías y de personas, es preciso abordar otros ámbitos de análisis, entre los que el territorio emerge como pieza central. En consecuencia, infraestructuras y espacio regional se retroalimentan en un círculo virtuoso cuya potenciación es prioritaria.
Por ello proponemos convertir al corredor ferroviario mediterráneo en el eje de desplazamiento rápido de una gran región económica mediterránea, una especie de gran avenida interurbana que canalice movimientos; se sitúe al servicio de ciudades, personas y empresas; genere actividad; conecte territorios, puertos y carreteras menores.
En un futuro, esta alianza entre territorio e infraestructura, esta amalgama de eje y área, de línea y superficie, permitirá incrementar la competitividad empresarial y dinamizar la economía agrícola, fabril, turística y del conocimiento, signos de identidad propios y motor de desarrollo de la cornisa mediterránea.
A su vez, mediante la cooperación entre territorios, situará de forma privilegiada a la fachada mediterránea española en el mapa global, convirtiéndolo en un eje clave en la relación Oriente-Occidente y Norte-Sur. Al mismo tiempo, su papel será especialmente relevante en el gran espacio económico del Mediterráneo, de cerca de 450 millones de personas.
La industria y la generación de empleo
Y en este contexto, no sólo es muy importante reflexionar sobre el concepto de escala, sino sobre las actividades que se puedan desarrollar en un marco globalizado.
La crisis de la industria y, en general, de la actividad económica no se resolverá, sólo, a escala autonómica. Es necesario apoyarse en los territorios interrelacionados, las áreas de semejante vocación productiva, y en ello destaca el eje mediterráneo.
Se necesita una política industrial de intensa base territorial y que tenga como objetivo establecer hubs innovadores a escala española apoyados, precisamente en los tejidos industriales macroregionales, como es el caso del eje mediterráneo. Ejemplos de estas políticas se están dando en países de nuestro entorno económico y cultural, como en los Estados Unidos de América, pero también en otros contextos más alejados pero igualmente exitosos como el asiático. Estos hubs servirían de base para producir innovaciones y sinergias con las empresas, siempre apoyados en tejidos y sectores existentes que conforman una serie de macro-regiones productivas de base industrial y de servicios avanzados. De esta manera, se podrían conseguir nodos industriales de excelencia dentro de una escala macroregional adecuada para competir en un mundo global. Estos hubs se encontrarían en relación con la regionalización funcional que se debería abordar y se desplegarían en un entorno geográfico positivo para la recuperación industrial. En ello debe animarnos la excelente evolución de nuestras exportaciones, apoyadas en sectores muy arraigados en la zona mediterránea.
El Corredor del Conocimiento
Pero es muy importante destacar otra dimensión también ligada a la perspectiva territorial, la del conocimiento. Sin él, no hay futuro.
El eje mediterráneo agrupa a un nutrido grupo de universidades, de centros de investigación y de experimentación constituyéndose en una región universitaria de escala europea. Hay que poner en contacto las universidades con los tejidos locales emprendedores. En nuestro caso, este ejemplo necesitaría de la conjunción de iniciativas del gobierno central, de los gobiernos autonómicos y de las universidades y empresas y permitiría alcanzar el objetivo de crear centros de innovación en relación con los hubs macroregionales descritos anteriormente. De la misma manera que en el siglo XIX y XX se crearon centros de investigación agraria que permitieron tecnificar y mejorar variedades y productos, ahora se debería incentivar centros de innovación industrial y de servicios avanzados. Y siempre en relación con las áreas metropolitanas existentes y, en consecuencia, con los territorios macroregionales y sus infraestructuras de vertebración, como el corredor mediterráneo.
En los institutos tecnológicos y parques científicos de las universidades tenemos buenos mimbres para trabajar. Estos nodos deberían integrarse en una política territorial global, en una estrategia macroregional que permitiría que las políticas sectoriales que ya se están desarrollando tuvieran una mayor eficacia y eficiencia.
El Corredor y la salida de la crisis
Y todo ello adquiere una trascendencia singular para el conjunto de España en unos tiempos tan complejos y preocupantes como los actuales, dada la singular, y demostrada, capacidad mediterránea de generar riqueza y contribuir al bienestar general de la sociedad española. Es, pues, el momento de priorizar esta inversión.
Y es precisamente esta severísima crisis económica que venimos padeciendo desde hace cinco años, la que nos conduce a una nueva visión de la cooperación entre territorios y entre los ámbitos públicos y privados. A medida que la economía se hace más global, resulta indispensable conformar entornos interregionales con capacidad para competir en esa nueva escala global. Y las comunidades valenciana y catalana pueden posicionarse apoyándose en proyectos estratégicos comunes, entre los que destaca el corredor mediterráneo. De ahí el título de este nuevo Encuentro El Corredor Mediterráneo, más que una infraestructura y también, por ello, lo celebramos en Tarragona, ciudad que representa un espacio productivo y logístico de primer orden, y cuya consolidación económica en los últimos tiempos muestra la virtud y conveniencia de ese desarrollo multipolar al que debe contribuir el eje mediterráneo.
El simbolismo de la cita es claro. Si miramos a la historia, la Comunidad Valenciana nació a medio camino entre la Tarraco romana y la Cartago púnica consolidando la fachada mediterránea de la península ibérica como una secuencia de ciudades asociada a rutas fundamentales como la Vía Heraclea y la Vía Augusta. Hoy, este espacio resurge con fuerza para, junto a nuevas capitales, conformar un nuevo espacio de posibilidades y cooperación servido por adecuadas infraestructuras de comunicación y transporte. Por encima de dinámicas políticas concretas, de situaciones más o menos difíciles, la historia nos enseña que hay tendencias de fondo en la economía y en la geografía que se repiten insistentemente.
El hecho de que hoy, un nutrido grupo de valencianos y de catalanes se encuentren en Tarragona para debatir sobre el futuro de la región económica y de sus infraestructuras, desde una perspectiva eminentemente práctica, quiere ser una muestra del diálogo y pragmatismo tan necesario en estos tiempos agitados y difíciles.