La relevancia del sector del transporte en la economía española se debe a la importancia de sus dos componentes fundamentales: los servicios de transporte, de mercancías y pasajeros y las infraestructuras. La alta sincronización existente entre el crecimiento del transporte de mercancías y el crecimiento del producto interior bruto (PIB) convierte al transporte de mercancías en un buen indicador adelantado del crecimiento económico.
En España y en Europa en general, se observa una clara tendencia decreciente en cuanto a la intensidad del transporte en relación al PIB (desacoplamiento creciente). En este trabajo se evalúa la importancia del transporte, en términos del valor añadido y del empleo generado. El sector de los transportes, en sentido amplio en España, supone cerca del 8,5% del valor añadido agregado. En términos del empleo medio entre 1995 y 2016 ha habido 1.303.312 ocupados, lo que supone un 7,6% del total de ocupados. De las ocho ramas de transporte, la que domina en términos de empleo es la rama de transportes y almacenamiento (56%), seguida de las ramas de comercio (25%) e industria (19%). En cuanto a los modos de transporte, tanto en España como en el área económica europea, el transporte de pasajeros está dominado por el automóvil, mientras que la importancia del transporte de mercancías se reparte entre dos modos de transporte: la carretera y el transporte marítimo.
La sensibilidad (en términos porcentuales) de la inversión en infraestructuras y su impacto en la producción se mide por su elasticidad. A partir de 1996, las infraestructuras vinculadas a los transportes presentan una elasticidad creciente, pasando de una elasticidad de las infraestructuras 0,16 a 0,18.
El análisis de las fuentes del crecimiento en España se realiza mediante el modelo de contabilidad del crecimiento. Observamos que en el sector de los transportes domina la contribución de los consumos intermedios y del factor trabajo, ocupando el capital un protagonismo menor que en el resto de la economía. El sector de los transportes sobresale, respondiendo mejor que otros sectores, mediante un menor decrecimiento de la productividad total de los factores (PTF) en los momentos de desaceleración global de la actividad y recesión. La evolución del progreso tecnológico, medido por los cambios en la PTF es, en general, débil, aunque registra valores positivos durante los años 2004-2006 que se consolidan durante los años de recuperación económica. Como indican Aza y Escribano (2019), el análisis de la productividad de la economía española pone de manifiesto el declive de la productividad entre 1996 y 2009. El decrecimiento de la PTF en España se debe, entre otras causas, a un exceso de inversión que genera un bajo grado de utilización de la capacidad productiva instalada.