La recuperación económica podría llegar a su fin en las economías desarrolladas porque la demanda privada interna se mantiene débil y las políticas de estímulo macroeconómicas están siendo reemplazadas por medidas de austeridad a medida que los gobiernos tratan de recuperar la confianza de los mercados financieros. Por contraste, las economías en desarrollo han mantenido su ritmo de fuerte crecimiento principalmente basado en la demanda interna. Sin embargo, deben hacer frente a la inestabilidad financiera y a las corrientes de capital especulativo generadas en las economías desarrolladas y no estarían a cubierto de una nueva recesión en el Norte.
El Informe sobre el Comercio y el Desarrollo 2011 (Post-crisis policy challenges in the world economy), publicado por la UNCTAD, indica que, tras una rápida recuperación posterior a la crisis, la economía mundial se está desacelerando de un 4% de crecimiento del PIB en 2010 a cerca de 3% en 2011. El crecimiento es fuerte en las economías en desarrollo, que han retomado su tendencia anterior a la crisis en materia de crecimiento y se están expandiendo a un ritmo de más del 6% este año. En cambio, las economías desarrolladas solo crecerán entre 1,5% y 2% en 2011. Las economías en transición siguen recuperándose de la abrupta caída de 2009 con tasas de crecimiento que rondan el 4%.
Como el impulso inicial dado por el ciclo de existencias y los programas de estímulo fiscal ha desaparecido gradualmente desde mediados de 2010, la debilidad fundamental de la recuperación en las economías desarrolladas se hace evidente. La demanda privada sola no es lo suficientemente fuerte para mantener el impulso de la recuperación, ya que el desempleo sigue siendo alto y los salarios se estancan. Además, el endeudamiento de los hogares continúa siendo alto y los bancos son renuentes a suministrar nueva financiación. En este caso, el paso a una política fiscal y monetaria más estricta representa un gran riesgo de un período prolongado de crecimiento mediocre en las economías desarrolladas, si no de franca contracción.
En los Estados Unidos, la recuperación ha venido agotándose, porque la demanda interna ha permanecido contenida a causa del estancamiento de los salarios y el empleo. Con tipos de interés a niveles históricamente bajos en el futuro previsible y los estímulos fiscales en disminución, el rápido regreso a una trayectoria de crecimiento satisfactoria es sumamente improbable. En el Japón, la recuperación se ha visto demorada por el impacto de los trastornos sin precedentes en los ámbitos de la energía y la cadena de suministro causados por el enorme terremoto y tsunami de marzo. En la Unión Europea, los ingresos de los asalariados siguen estancados, así como la demanda interna. Con la crisis del euro sin resolver, la reaparición de severas tensiones en el mercado de la deuda en el segundo trimestre de 2011 y la perspectiva de medidas de austeridad fiscal propagándose por Europa, existe un gran riesgo de que la eurozona siga siendo un lastre para el crecimiento mundial. De hecho, los recientes derrumbes de los mercados bursátiles reflejan en gran medida el empeoramiento de las perspectivas de crecimiento.
La expansión ha seguido siendo fuerte en todas las regiones en desarrollo, a excepción del Norte de África. Las mejoras en los mercados laborales y el sostenido apoyo público han prolongado la recuperación de la inversión y la demanda interna. El Asia Oriental, Meridional y Sudoriental continúa registrando las tasas de crecimiento del PIB más altas -más del 7% en 2011- impulsadas cada vez más por la demanda interna; sin embargo, esta región está experimentando una moderada desaceleración a raíz de los efectos de los transtornos en el Japón en la cadena de suministro, las condiciones monetarias más severas y la debilidad de la demanda en algunos grandes mercados exportadores. En América Latina, la expansión continúa siendo robusta (casi un 5%), estimulada por el consumo y la demanda de inversiones y por los beneficios generados por la relación de intercambio. En las economías de América Central y el Caribe, el crecimiento será más modesto, principalmente a causa de su dependencia respecto de las exportaciones a los Estados Unidos. El África subsahariana debería seguir creciendo al mismo ritmo rápido que en 2010 -casi el 6%- a raíz de los beneficios generados por la relación de intercambio, las inversiones en infraestructura y las políticas fiscales expansionistas. La recuperación de la inversión y de la demanda de los hogares contribuyó a mantener la mejora económica en las economías en transición, en las que el ingreso nacional disponible mejoró como resultado de la mejor relación de intercambio en algunos casos y del aumento de las remesas de los trabajadores en otros.
En algunos países en desarrollo el crecimiento se ha vuelto cada vez más dependiente de la expansión de los mercados internos, pero esos países siguen enfrentando importantes riesgos externos a causa de la debilidad económica de las economías desarrolladas y de la falta de reformas significativas en los mercados financieros internacionales. Esos países siguen pues siendo vulnerables a las crisis comerciales y financieras que afectarían considerablemente el volumen de sus exportaciones y los precios de los productos primarios, como en 2008.
El comercio internacional de bienes y servicios repuntó mucho en 2010, tras haber registrado su más drástica caída desde la segunda guerra mundial. En 2011, se prevé que el volumen del comercio internacional volverá a un solo dígito respecto al 14% de 2010, particularmente en las economías desarrolladas. La recuperación del comercio ha sido más rápida en las economías en desarrollo que en las desarrolladas, lo que refleja la recuperación en dos velocidades de las tasas de crecimiento del PIB.
Los precios de los productos básicos han venido recuperándose desde el segundo trimestre de 2009, aumentaron vigorosamente de mediados de 2010 a comienzos de 2011 y han experimentado una inversión de tendencia desde el segundo trimestre de 2011. Los aumentos de precios han seguido en parte la recuperación de la demanda y las fluctuaciones de la oferta, así como un impulso en la inversión financiera en los productos básicos. Más recientemente, las caídas de los precios de los productos básicos han reflejado ampliamente los cambios negativos en el humor de los inversores financieros.
La aplicación de medidas para reducir la demanda interna en respuesta a los altos precios de los productos básicos ha demostrado ser inapropiada y ha afectado negativamente el crecimiento sin reducir significativamente la inflación. El recurso a una política de ingresos en la que los salarios progresarían de acuerdo con la productividad sería una forma más racional de controlar las presiones inflacionarias y de apoyar el crecimiento de la demanda interna al mismo tiempo.
Regulación financiera vacilante y coordinación macroeconómica mundial
Tras la respuesta internacional coordinada y exitosa a la crisis de 2008-2009, la cooperación internacional dentro del G-20 ha hecho pocos progresos en esferas tales como la regulación financiera y la coordinación macroeconómica mundial, según se afirma en el informe. Tras reducirse con la crisis, los desequilibrios de cuenta corriente mundiales aumentaron nuevamente en 2010 y 2011 en términos absolutos, a pesar de que se mantienen muy por debajo de los niveles anteriores a la crisis en lo que respecta al PIB de cada país. Como el crecimiento de su PIB ha sido impulsado en gran medida por un aumento de la demanda interna, algunas economías en desarrollo y emergentes excedentarias, como China y Rusia, están cumpliendo su compromiso de ayudar a reducir los desequilibrios mundiales; esto contrasta con las principales economías desarrolladas excedentarias -Alemania y el Japón- en las que las exportaciones netas continúan siendo el motor principal del crecimiento. También se necesita la cooperación internacional para controlar mejor los movimientos de capital especulativo y evitar los subsiguientes desajustes cambiarios, la inestabilidad macroeconómica y la fragilidad financiera, especialmente en las economías en desarrollo más afectadas por esos flujos. Los renovados riesgos de inestabilidad financiera y recesión económica deberían dar lugar a una cooperación internacional más eficaz en los esfuerzos por disminuir los desequilibrios externos y alcanzar el crecimiento sostenido de la economía mundial.